marzo 07, 2008

La experiencia de Antonio -Viaje 1 de 2-


Febrero 9, 2007. Hora: alrededor de las 9 AM.

Una vez frente al chamán tuve la opción de arrepentirme y abandonarme a las 'seguridades' de mi mente. Eso hubiera sido lo más 'seguro' en caso de pánico; como dicen en buen chileno: 'apretar cuéa', o salir corriendo. Pero contrariamente era algo ya decidido, es decir, había amanecido para llevar a cabo la experiencia y estaba seguro de no tener nada qué perder. Así que el trago lo agoté sin un respiro o pensamiento.


Siendo el primero en tomar el brebaje, también evidencié inmediatamente el rigor de su influjo. El dejo avinagrado me recordó por momentos los peores mareos y borracheras que alguna vez hubiese tenido. Era normal sentir algo así, de acuerdo a como me lo habían advertido; al igual que el 'jagüar', que pugna en alguna zona del vientre como advirtiendo que se está instalando. Un inusual pero soportable revoloteo en el estómago.

Es el momento de la expectación y de las invocaciones. Justo ese día entendí cómo un 'mantram' puede, al ser repetido mentalmente y con mucha fe, aquietar la mente. No es labor sencilla, pues justo en un momento como estos te visitan recuerdos, aprehensiones, miedos, planes, etc. Todos pujando por permanecer en la mente de quien quiere despojarlos. Hay que tener decisión y tranquilidad extrema para aliarse con tu mente y lograr controlar su actividad.


La invocación es ahora la madre; es necesario adorar aquello que se tiene, aquello que se agradece, aquello que se pide, e incluso aquello que se deja atrás, siempre con gran humildad. El viaje se fundamenta sobre un objetivo personal; no es para personas que quieran probar por probar o ver por ver. Es el ayahuasca con su sabiduría quien decide si te hace partícipe del reino del espíritu o no. La preparación física y mental, como ha sido advertido, son claves fundamentales para lograr un tránsito exitoso al interior de tí mismo.

En medio de los mantrams que repetía una y otra vez podía sentir que no mucho había cambiado en la forma en que podía percibir imágenes, ruidos e incluso pensamientos que de repente se colaban. A mi parecer había pasado una media hora y no notaba efecto alguno, salvo estar algo más relajado producto de la repetición interna.

Justo cuando cierto pensamiento proveniente de mi incredulidad me hacía razonar que quizá ésta experiencia no era para mí y que nada pasaría, algo muy parecido a un círculo dorado surgió en mi conciencia y doblegó cualquier pensamiento, y de ahí en adelante aquella función 'intelectual' de mi mente quedó en 'pañales', a merced de la caldera de símbolos e imágenes inconscientes propios de mi experiencia de vida.



Es difícil medir el tiempo en medio de ésta situación, pero al final supe que estuve 6 horas en algo que se denomina trance; dicen que en medio del trance es posible ver el pasado, el presente o el futuro, indistintamente; dicen que es posible contactarse con los espíritus; dicen que es posible disolver sufrimientos nacidos a partir de traumas; dicen que es posible tratar adicciones; dicen que es posible obtener 'poderes' naturales en el viaje; dicen que es posible adquirir fortaleza y sabiduría en el mismo; dicen que cada viaje acaece a la medida de cada uno.


En mi caso, asistí a un desfile de no se qué. El lenguaje no alcanza a hacer justicia, pero es cercano afirmar que pude entender y ver voces provenientes de otros dominios que decían hablar de mí. Cada imagen que intentaba retener, para elaborar un proceso de comprensión sobre lo que estaba viendo y lo que aquello podría significar, desaparecía con sólo pensarla y al instante ya era otra. Los ojos con que ves lo que ves no son los mismos con que vemos cada objeto cada día. Vale destacar que nunca estuve privado de mi consciencia durante esas 6 horas. Todo lo contrario: los sentidos se agudizan y estás en capacidad de percibir los sonidos más cercanos, o los que están a kilómetros, así como imágenes y situaciones a años de distancia con impactante fidelidad.


Es el inconsciente el que con certeza todo lo conoce; ésta experiencia puede ser, entre otras cosas, un viaje a la esfera que mayor influencia aporta a nuestras vidas, una a la cual la mente consciente no podría engañar o convencer. Al final es lo que está en el inconsciente de cada uno lo que va configurando patrones de conducta en diversos tipos de situaciones a través de la vida. Puede ser que el 'ticket' hacia la sanación deba ser buscado en el inconsciente y no en los buenos propósitos detrás de frases inteligentes, prudentes o prefabricadas. Por supuesto, el Ayahuasca es un método dentro de varios; Uno que constituye una especie de iniciación en la esencia más íntima y sutil de cada persona.


Invadido de un sentir que bien podría ser ser una mezcla de estupefacción y reverencia hacia lo que en cada instante me era revelado, pude viajar al sentido sagrado de las cosas y de los seres, leer capítulos celestiales, obtener respuestas claras a preguntas puntuales que me habían motivado a tener la experiencia, encontrarme con algún tipo de esencia de familiares vivos, recibir enseñanzas de su parte, y algo fundamental: observar traumas y tristezas, sumergidos en el más profundo olvido pero despiadadamente presentes en mi vida cotidiana, como algo natural y que de ninguna forma me definirían en la eternidad, aún cuando quizá me hubieran limitado por años. El amor disuelve al sufrimiento como el agua al barro. En la eternidad somos gotas del gran oceano universal, y como tal funcionamos. Quizá nos toma toda una vida o más entender que no somos por nuestro nombre, por nuestro prestigio, por nuestra profesión, por lo inteligentes que creamos ser, o por nuestro capital físico. Nos debemos a un ideal infinitamente más alto que ni sospechamos en vigilia.


Katty, mi compañera de viaje, por pasajes manifestó estar viviendo un calvario en su viaje. Por un momento traté de darle fuerza y consuelo. Tomé su mano y le expliqué, de la forma que pude y con las palabras que pude, que el sufrimiento pasaría, porque es natural que así sea. La conexión en éste tipo de viajes es tan fuerte que yo mismo, de repente, parecía estar en su misma escena tortuosa y compartirla. Bastó apartar mi mano para regresar a mi viaje y dejarla sin remordimiento alguno, sabiendo que era su trasegar y que por algo le estaba siendo dado. Si algo moría no sería precisamente ella, sino algo al interior de ella, en medio de su batalla por ser mejor.


Llega el inevitable momento del 'renacer', que se ve simbolizado en general por la expulsión del Ayahuasca, que opera como un puente natural entre el viaje a la 'gran' conciencia y el regreso a la conciencia cotidiana. Se dice que es prudente dilatar tal momento hasta donde el cuerpo ya no pueda, pues el malestar que pudiera experimentarse no se compara con la recompensa espiritual recibida, algo difícil de entender cuando, por ejemplo, lo que usualmente recibes con una borrachera es la gruesa resaca.


Tuve ése tránsito natural, y literalmente puedo dar fé de que los símbolos no son invención o capricho; algun ritual y alguna realidad encierran, y algunas puertas abren y cierran; efectivamente vomitar fue como renacer; volver a mi experiencia cotidiana sin equipaje inútil y con una gran carga energética y de sabiduría personal.


La sensación de poseer una sutil y flameante visión renovada de cada gesto y de cada ser sigue con uno a pesar del vómito. Existe una transición natural que te acompaña dulcemente y va mengüando con el pasar de algunas horas. Luego estás listo para comer algo ligero, y para ser tú mismo en tu propia vida, con nuevos elementos interiores. Éres tú; siempre has sido tú.